Se ha dicho de La sombra de las horas:
Siempre que vuelvo a pasearme por uno de sus relatos fluyen nuevas y sorprendentes historias que van apareciendo en cada renglón. desdevallekas.blogspot.com
Historias hermosas, cercanas, casi susurradas de las que se sale con un dedo entre las páginas, media sonrisa y mucho que opinar. entremontonesdelibros.blogspot.com
En algunos momentos he creído estar leyendo a Allan Poe. laviejaencinadelazubia.blogspot.com
Una especie de realismo mágico del que “El castaño milenario” también deja buena huella.
elprocesoimperfecto.wordpress.com
Hay que leerlo sin prisas, sin premura. Disfrutando de cada historia. mislecturasymascositas.blogspot.com
Os recomiendo este libro con el que disfrutaréis y pensaréis en las decisiones y remordimientos que afectan a estos personajes y que nos dejan reflexionando sobre la vida y la muerte.
librosyexcursiones.blogspot.com
He encontrado en tus relatos mucha imaginación, enfoques originales y sorprendentes. Algunos nos producen inquietud, otros nos hacen soñar.
tomandocafe04.blogspot.com
Cualquier cosa parece servir de pretexto para relatar con sentimiento, con buen ritmo, elegancia y con pluma cuidada esas doce narraciones que cobijan a su vez, doce microrelatos antecesores, que como el mejor de los confites accionan al lector para romperse hacía dentro.
cuentalibros.blogspot.com
Apenas lucidez
Confundir el rostro de la luna
con el sol
mientras el cigarro muda en nubes
que inundan el parqué.
Recorrer los charcos
con las suelas de las manos
impregnadas del agua
que desborda.
Una copa de vino ríe,
el libro pierde al asesino que,
escondido en el cojín del sofá,
ejecuta su último crimen.
Esperar, los dos,
la llegada del minuto que faltaba,
el que concluye la hora.
Quizá, luego hagamos el amor,
o el odio, como quieras.
Veinte años después de firmar el contrato de trabajo con la empresa Tecuento, las historias salen a su encuentro por la carretera que le conducía una mañana más a la rutina. Los cuentos le reclaman un sitio en su vida, hartos de morir, de desaparecer para siempre después de ser leídos; así eran las normas de la empresa. Un vendedor de historias, la habitación, Rafaela y el reloj. Donde todos…
En ese preciso momento en el que sus personajes volaban por un salón amplio y luminoso, o por una sala pequeña y en penumbra, o de árbol a árbol por un inmenso jardín, en esos momentos que hubiese necesitado ser un protagonista más, se convertía en un simple orador. Con buena entonación, sí, que sabía dónde alzar la voz y dónde hacerla casi desaparecer, dónde leer un silencio, dónde separar las palabras con una coma y dónde frenar, en seco, con el punto y final. Era un profesional. Pero buscaba algo más.